Las ruedas embarradas del último organito vendrán desde la calle buscando el arrabal, con un caballo flaco y un rengo y un monito y un coro de muchachas vestidas de percal. Con pasos apagados elegirá la esquina, la pálida marquesa y el pálido marqués. El último organito irá de puerta en puerta hasta encontrar la casa de la vecina muerta, de la vecina aquella que se cansó de amar. Y allí molerá tangos para que llore el ciego, el ciego inconsolable del verso de Carriego, que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral. Tendrá una caja blanca el último organito